
Si ya criar a un hijo es complicado, que se lo digan a aquellos padres y madres que se encuentran de lleno con el muro de la adolescencia de una manera compleja, sin saber por dónde empezar, qué hacer ni qué decir porque sus hijos, esos que un día decidieron traer al mundo para darles todo lo mejor de ellos, se les ha desviado del camino, ese camino que todos quieren para sus hijos y que no tienen ni idea de cómo hacerlos volver o enseñarles qué es lo correcto y lo mejor para ellos. Esto a veces llega a situaciones insostenibles como la que ha tenido que vivir Encarni, una madre esteponera que hace aproximadamente dos años empieza a sufrir los cambios bruscos en el comportamiento de su hija menor de 14 años, quien comienza a ser agresiva, a entablar relaciones con personas conflictivas, a dejar de ir al instituto y a entrar y salir cuando y como le da la gana.
¿Una situación que hemos visto en más ocasiones, verdad? ¿Pero qué hacen las administraciones en estos casos? ¿Realmente estas familias reciben la ayuda suficiente? Encarni ha querido contarnos su situación personal, alegando que se ha encontrando obstáculos «grandes como piedras» y que le ha costado sudor y lágrimas para que le hicieran caso y poder finalmente dar una solución.
«Iba a los juzgados, después de pasar el mal trago de tener que denunciar a mi propia hija, para que el sistema, el cual se supone que va a proteger a tus hijos, te den largas, en el sentido de que yo iba con la denuncia, con informes del instituto, de asuntos sociales, de otros profesionales que habían llevado el seguimiento de mi hija casi dos años y que lo único que me ofrecieran fuera una libertad vigilada cautelar. ¿Qué quiere decir esto? Que tenía que ir todos los días al instituto, cosa que no hacía; que tenía que ir al apoyo escolar, que tampoco hacía; una vez a la semana tenía una cita con el técnico de libertad vigilada, que tampoco iba. Era una «libertad vigilada», pero no la vigilaba nadie y yo, como madre, había perdido total autoridad. Ella hacía y deshacía como quería», nos declara la madre desesperada.
Una madre que ha llegado a temer por la vida de su hija, por no saber con quiénes iba, a dónde iba y qué hacía para conseguir dinero. Los especialistas llegaron a decirle que era un caso de riesgo pero aun así nadie hacía nada. «Se pensaban que era una chica muy joven que ya cambiaría, pero lo único que ocurría es que empeoraba la situación. Yo decía, ¿qué más le tiene que pasar a la niña para que os deis cuenta de que yo no puedo hacerme con ella? Ellos eran los únicos que podían ayudarme y no lo hacían», nos relataba Encarni.
Una de las soluciones que le dieron fue mandarla a una casa cautelar de la cual se escapó a la media hora. Se escapó de Rincón de la Victoria y llegó a Estepona de esa manera, atropellada por un coche, con heridas en las piernas y con ayuda de una señora que le dio dinero para el autobús: «La única explicación que me dieron es que ellos ahí no podían hacer nada, que si se querían ir, se iban».
«Ves peligrar la vida de tu hija y no puedes encauzarla. En la adolescencia nosotros somos sus peores enemigos. Y te encuentras con gilipolleces, que tú dices pero qué hago. Hay muchos padres que se echan para atrás por desesperación pero yo no podía dejarlo. Era o denunciar a mi hija o perderla para siempre«, nos contaba Encarni con lágrimas en los ojos, quien, junto a su hija mayor, ha pasado un auténtico calvario hasta que al fin logró el lunes, con otra denuncia, que la llevaran a un centro educativo (lo que antes se entendía como reformatorio).
Llamar la atención a las administraciones
Encarni nos aseguró que su intención no es hacerse la madre valiente, si no comunicar a todas las madres y padres que aunque la justicia, los protocolos y la «burocracia de los cojones» les ponga trabajas, hay que seguir luchando e insistiendo. «Esto hay que cambiarlo de alguna manera y no se cambia con el conformismo. Pretenden darnos a entender que es la mejor protección para nuestros hijos y no lo es».
Encarni ahora solo espera que su hija regrese con el chip cambiado y que pueda tener una vida normal como cualquier chica de su edad: «No queda otra. Hay que luchar por nuestros hijos».